viernes, 15 de marzo de 2013

¡A TU REGRESO!

Ella salio de la habitación y con una sonrisa en el rostro se dirigió a la estación. Llevaba puesto un largo vestido azul, con brillantes en los bordes, y unas zapatillas muy altas.

Fue a la parada del tren con un aire de grandeza, se sentía la mas bella del mundo entero, nadie la igualaba. Una vez en la estación se sentó en una banca a esperar y esperar.

Cerca de dos horas después con la mirada cabizbaja decidió regresar a su casa, donde se sentó en una silla de madera, coloco sus manos en su cara y con furia la rasgo. 

- ¡Que tonta he sido, al haberle esperado llegar, es obvio que jamas regresara a mi! - decía sollozando.

Han pasado dos años desde entonces, ella aun esta deprimida por la soledad que guarda; pero su vida sigue sin detenerse, y no deja que otros sepan de su pena. Sale todos los días con una falsa sonrisa y convence a todos de una felicidad que no existe. 

Un día mientras caminaba por la avenida que la llevaba al colegio donde trabaja, donde desahoga la soledad de su alma, chocó súbitamente contra un hombre ... lo miró ... y su vida giró nuevamente.

- No es posible, ¿cuándo? - dijo exaltada.

- Justo hoy - contestó - iba a tu casa a verte.

De los ojos de ella brotaban lágrimas, mientras lo escuchaba y lo abrazaba enérgicamente.

- Te extrañe tanto - dijo ella, sujetándolo entre sus brazos. Esteban no me dejes de nuevo. Esteban, Esteban.

- No lo haré Joana, Joana, Joana... ¡Joana, Joana. Suéltalo! - dijo un doctor mientras la separaba de un árbol. Su mirada estaba perdida e ida. Balbuceaba, una y otra vez "Esteban" mientras los doctores la llevaban de regreso a su habitación.

LA ELFO Y EL BOTÓN

Hace mucho tiempo en alguna ciudad que no pertenece a este mundo, donde las aves volaban en libertad y los seres fantásticos habitaban las ciudades. Las ninfas danzaban por las empedradas calles y cantaban a coro himnos celestiales.

En esta ciudad había una elfo tan bella como una ninfa, que gustaba de pasear por el espeso bosque que rodeaba la ciudad.

Una mañana mientras recorría el bosque se encontró con una pequeña flor que era todavía un botón de rosa y esperaba abrir. 

La joven elfo se detuvó a observarla con detenimiento, le gustó tanto que pretendía colocarla en su cabello. Cuando acerco su mano para arrancarla escuchó una voz, giró su cabeza buscando de donde provenía, hasta que se dio cuenta que era la flor quien emitía el sonido ...

Confundida acercó su rostro para oír mejor.

-Bella ninfa, no arranques a este humilde botón.
-Quien esta ante ti es una elfo, no me confundas pequeño botón. - contestó con una voz tenue la elfo, casi susurrando.
-Lamento la confusión, no fue mi intención, pero te ruego no arranques a este humilde botón.
-No te arrancare, si me dices porque estas aquí, pudiendo hablar y pedir que te lleven a otro lugar. Aquí puedes morir aplastado por alguien que venga a caminar.
-De estar en otro lugar nunca me habrías visto al pasar y si florezco lejos de aquí nadie mas me podría contemplar. ¿Que caso tiene ser bella sin nadie que te contemple?
- Eres muy arrogante para ser tan pequeño
- ¿No crees que soy hermoso?
- No he dicho eso. Eres muy bello, por eso quería usarte para adornar mi cabello. 
- Muchas gracias, tu también eres muy hermosa. 

"Que botón tan obstinado y arrogante" Pensaba la elfo cada que iba a visitarlo en espera de verlo florecer con la esperanza de que siguiera ahí. Pasaron varios días y cuando por fin floreció el botón, la elfo estaba anonadada por su belleza. Sus pétalos se abrieron ante ella de una forma tan imponente que parecía estar hipnotizada. 

Pese a ello su esplendor se acabo cuando la rama del roble que se encontraba sobre la flor se rompió y destrozó la belleza recién formada. Los pétalos se esparcieron ante el rostro de la elfo, quien en silencio regresó a su ciudad.